jueves, 17 de mayo de 2007




Como si de un largo viaje se tratara (uno de eso que no sabes si tendrá fecha de vuelta) emprendió esta aventura. Sin pensar, así, sin más.



No veía más allá porque nada de lo que dejaba le importaba, simplemente quería olvidar. Con el tiempo las cosas empezaron a encauzarse y, pasado el primer mes, pudo sonreir por primera vez desde que emprendió su aventura. Había conseguido sus objetivos, había olvidado lo que le había apetecido y seguía vivo en el recuerdo todo aquello que realmente amaba, pues sabía (o al menos, creía) que todo sentimiento de amor y añoranza es recíproco.

En cambio, el tiempo le hizo ver las cosas de otra manera. El tiempo, la distancia o simplemente la razón. Pudo por fin ver que no todo sentimiento es o tiene porque ser recíproco.





(Todos seguimos nuestro camino, nuestra propia aventura; elegimos hacerlo sabiendo lo que puede pasar, asumiendo las consecuencias,... aunque como somos humanos, podemos tener momentos de flaqueza y desilusión. )




Ese no fue su caso: la flaqueza y la desilusión quedaron atrás, rezagados en ese largo viaje al que todavía le quedaban muchas etapas...